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El cerebro y la obesidad: Explorando la conexión mente-cuerpo

Female professional studies a hologram of the human brain, possibly considering its connection to obesity.

La obesidad es desde hace tiempo un importante problema sanitario mundial que ha alcanzado niveles alarmantes en los últimos años. Aunque los factores que contribuyen a esta epidemia de obesidad son polifacéticos, un aspecto que a menudo se pasa por alto es la influencia del cerebro.

El cerebro humano, centro de mando de nuestro cuerpo, desempeña un papel crucial en la regulación del apetito, el metabolismo y el gasto energético, factores todos ellos que pueden causar obesidad o contribuir a ella.

Sin embargo, como puede causar obesidad, el cerebro también podría contribuir a su curación.

Cómo contribuye el cerebro a la obesidad

Para empezar, nuestro cuerpo se esfuerza constantemente por mantener un delicado equilibrio entre nuestra ingesta energética (calorías consumidas) y nuestro gasto energético (calorías quemadas). El cerebro desempeña un papel clave en este proceso, ya que regula nuestro apetito y nuestra ingesta de alimentos en función de las señales que nos envía el organismo. Varias regiones del cerebro, como el hipotálamo y el tronco encefálico, participan en el control de los niveles de nutrientes en la sangre y envían señales para ajustar los niveles de hambre en consecuencia.

Sin embargo, factores como la predisposición genética, los desequilibrios hormonales y las señales ambientales pueden alterar la capacidad del cerebro para regular adecuadamente el apetito y la saciedad, lo que conduce a comer en exceso y ganar peso.

Por ejemplo, la leptina, una hormona producida por las células grasas, envía señales al cerebro sobre las reservas energéticas del organismo. En las personas obesas, puede desarrollarse una resistencia a la leptina, lo que conduce tanto a una disminución de la sensibilidad a esta hormona crucial como a la alteración de la regulación del apetito.

Además, el sistema de recompensa del cerebro desempeña un papel importante a la hora de influir en el comportamiento alimentario y la elección de alimentos. El consumo de alimentos ricos en calorías y apetitosos puede desencadenar la liberación de dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la recompensa. Con el tiempo, el consumo repetido de estos alimentos puede provocar neuroadaptaciones en el cerebro, similares a los cambios observados en personas con trastornos por abuso de sustancias. Este fenómeno, conocido como adicción a la comida, puede contribuir a una ingesta excesiva de alimentos y al aumento de peso, agravando aún más el riesgo de obesidad.

El estrés crónico también puede provocar una desregulación del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (HPA), lo que se traduce en un aumento de los niveles de cortisol, una hormona del estrés que puede favorecer la acumulación de grasa visceral.

Otro aspecto fascinante de la contribución del cerebro a la obesidad es su papel en la regulación del metabolismo. El cerebro se comunica con los tejidos periféricos, como el hígado, los músculos y el tejido adiposo, para coordinar el gasto y el almacenamiento de energía. Las alteraciones de esta comunicación pueden perjudicar la función metabólica y contribuir al desarrollo de la obesidad. Por ejemplo, la resistencia a la insulina, un trastorno en el que las células no responden adecuadamente a la insulina, puede alterar el metabolismo de la glucosa y favorecer el almacenamiento de grasa.

Cómo puede ayudar el cerebro en la recuperación de la obesidad

Puesto que el cerebro puede contribuir a la obesidad, también puede contribuir al control del peso. Una nueva frontera de terapias basadas en el cerebro ha proporcionado esperanza tanto a los pacientes como a los médicos que los tratan. Esas terapias incluyen:

Los tratamientos, y las teorías que los sustentan, no están exentos de polémica. Son caros, tienen efectos secundarios y, según los críticos, desvían la atención de la dieta y el ejercicio.

El Dr. Casey Halpern, profesor asociado de neurocirugía en la Universidad de Pensilvania, dijo lo siguiente:

«La obesidad, en casi todas las circunstancias, es muy probablemente un trastorno del cerebro», dijo «Lo que estos individuos necesitan no es simplemente más fuerza de voluntad, sino el equivalente terapéutico de un electricista que pueda hacer bien estas conexiones dentro de su cerebro.»

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